He venido del mar y llegado aquí para venderlo o romperlo,
para vengar todas las lágrimas que sin culpa ahí yacen,
de algunas soy causa y de otras cómplice culpable.
¿Recuerdas esa última imagen a tu partida, el aroma?
el ambiente bañado en azafranes y melancolía,
el dormitorio cargado hasta la columna de hastío,
el tedio igual que el fastidio de vernos cada mañana,
de soportarnos por las tardes como soledades independientes
y por aquellas noches inexistentes quebrarnos como
desiertos,
queriéndonos por accidente, amándonos como enemigos.
Entonces sea que el tiempo clame, que el tiempo se fugue
y nos deje igual de solos, igual de impíos como en
principio,
sin esas cartas marcadas ahora rotas en medio de la espalda
baja,
o esos versos tiranos a un costado de estos labios sombríos,
esa cobarde elegía que siempre compartimos pero nunca
juntos,
aunque hablábamos de amor jamás conocimos más que la
palabra,
encontrando sólo por juzgar todo aquello que siempre
perdimos.
Como gatos en el tejado, muy propios, muy solos,
sanando con la luz íntima las heridas de ayer,
los sonidos del perdón, las visitas al Edén.
Vámonos ahora, la tormenta está en naufragio
la tragedia ha amainado, el olvido ha olvidado,
no recuerdes la última imagen o mejor recuérdala,
para que no vayas al mar porque más no te pertenece.