AGATHOKLES & TRIO MERCATO-DE CUANDO ÉL Y ELLA FUERON-PORTAL LIBRE 2016
Él, se quiere ir tocando
todos los horizontes posibles para no errar en la misión de encontrar el fin
del mundo, ella sabe que ese misterio le pertenece y sólo necesita que le digan
boca a boca lo que es el amor.
A él no le importaba el
mundo, le importaba la boca de ella, a ella no le importaba tampoco el mundo si
su boca no era para él, por qué tanta miseria, ambos se preguntaban, aunque
también les había dejado de importar, al instante un beso era todo.
Ella, mencionaba de vez en
cuando lo mucho que amaba el mar, él le amaba de forma enfurecida y entonces
ahora el mar le pertenecía a ella y todos los días le hacía el amor con el
vaivén de las olas, le cobijaba con una luna menguada, en ciertas ocasiones
escapaban juntos hasta un acantilado y muy despacio desplegaban sus alas,
volando y fornicando hasta el amanecer.
Ella parecía una libélula,
libre, fugaz, mística y con toques del infierno y esencias de deidad, amaba
porque sabía hacerlo, se entregaba porque quería hacerlo, era de él tanto más
que lo que él era de ella, parecía que se pertenecían, en un minuto, en un
siglo, en un mundo se pertenecían, él vivía dentro de ella, ella le hacía
crecer, le engendraba y concebía a cada pensamiento.
Ambos abnegados a una
realidad profana, les dio por jugar con sus manos, tomar el horizonte y hacerlo
polvo, nada más bello que ver reflejado su cuerpo desnudo lidiando con el
quebrantamiento del mundo y sus polos, para a penas levitar en un oscuro
misterio sin necesidad de contener el tiempo, para fundirse como la agonía y la
muerte o la vida y su silencio.
Ellos dejaban de lado las
ideas, carecían de ciudades, se abstenían de moral y reglas, su condición
humana era lo que no permitía que se fundieran en el cielo y desterraran
olimpos llenos de tacto, avernos colmados de deseo, edenes carentes de moral.
Un día como cualquiera
dejaron su nombre terrenal, se encaminaban a ser mito y permanecer como
leyenda, se juraban durante horas efímero amor eterno, actuaban como incendios
y luego se desvanecían salvajemente hasta que desapareciera la humedad, la de
sus cuerpos.
De repente todo fue
tempestad.
Él amaba de forma
enfurecida y no le era suficiente todo el tiempo, padecía el síndrome hedonista
de la singularidad, ella concupiscente había borrado todos sus recuerdos, sólo
tenía una voz para llamarle a él y luego permanecían callados hablando a roces
y labios, escondiéndose sólo en la eternidad de sus pensamientos, el mundo se
comenzó a desbaratar.
A su paso todo se derrumbaba,
la casa, la cama, el infinito que habían construido como guarida, era momento
de volver a ser mortal.
Es así de sencillo comenzar
con la historia, que bien dicho, está historia ya es, tiene más de una década
que dejaron de ser todo y de ser bocas, besos, ahora un sustantivo simple, son
distintos, o, mejor dicho, de un momento a otro, han dejado de ser.